domingo, 14 de julio de 2013

La posición de la Plaza de Armas como "Centro Astronómico" de Santiago


La alineación del La Plaza de Armas, el cerro Santa Lucía y “El Abanico”, con la salida del sol durante el Solsticio de Verano, y el cerro San Cristóbal que corta el perfil del Plomo-Littoria durante el Solsticio de Invierno, es un hecho físico, concreto e indiscutible.

Es un hecho que literalmente viene produciéndose hace miles de años sin variación substancial, y que pudo haber sido observado incontables veces por diversos observadores a lo largo del tiempo.

Nosotros no deseamos ni podemos tomar una posición determinante, respecto a quién o quiénes fueron los primeros habitantes o culturas que se percataron de este hecho astronómico. No lo deseamos, porque a nuestro juicio este es un tipo de conocimiento ancestral, que no tiene un único depositario, y no podemos hacerlo, porque no existe evidencia física, documental o histórica que nos permita hacerlo.

Lo que resulta efectivo e indiscutible, es que el único punto desde la “Isla de Santiago”, desde donde este fenómeno anual puede percibirse, es precisamente el área que actualmente ocupa la Plaza de Armas, y que anteriormente ocupó la Kancha incásica. Como vimos, es posible también que la misma área ya estuviese sacralizada, o al menos delimitada de algún modo, antes de la llegada de los Incas.

Si fueron las culturas arcaicas, alfareras, los araucanos o los incas quienes primero determinaron este hecho, para nosotros no resulta relevante, ni puede –a nuestro juicio–, ser comprobado de manera fehaciente.

Hay aquí un tipo de hecho físico, que por su naturaleza absolutamente reiterativa, por su importancia práctica, por su trascendencia religiosa y ritual, pudo ser apreciado no una, sino muchas veces por diferentes culturas a lo largo del tiempo.

A mayor abundamiento, hay constancia arqueológica e histórica de que el área céntrica de la ciudad ha tenido ocupación desde hace al menos 2000 años, y toda la evidencia disponible a nivel mundial, indica que la mayoría de las ciudades antiguas, han venido siendo construidas una y otra vez, sobre las ruinas de ciudades anteriores.


A partir de lo anterior, hay entonces otro hecho empírico indiscutible: de toda la cuenca de Santiago, de todos los lugares posibles para formar un asentamiento en el valle, la “isla de Santiago” siempre fue el más idóneo: su mayor elevación relativa respecto al resto de los lugares de la cuenca; su notoria posición intersectante de las rutas de tránsito lógico que atraviesan el área; su fácil irrigación, asegurada por los dos brazos del río, y 
–particularmente-, la defensa ante las inundaciones que representaba el cerro, así como su evidente función de atalaya o punto de observación de todo el entorno, fueron factores clave que necesariamente determinaron su muy temprana ocupación como el mejor espacio habitable de todo el valle.

Finalmente, lo que es efectivo sin duda alguna, es que Pedro de Valdivia fundó y trazó la ciudad de Santiago a partir del centro de la Plaza de Armas, y no desde otro punto –ni menos de otra “manzana” –,  pese a que como vimos en un comienzo, esta no es el área central del espacio naturalmente delimitado del que Valdivia disponía para fundar la capital. 

Este “descentramiento” nunca fue casual ni fruto de la ignorancia o de la incompetencia: lo que nosotros descubrimos al constatar esta alineación del Solsticio, fue que Santiago está fundado sobre un conocimiento geográfico y astronómico ancestral, del que hasta ahora sólo hemos sido ciegos herederos.

Llegamos así, después de un ya extenso análisis, a responder por qué el área de la actual Plaza de Armas y de la anterior Kancha incásica, no se encuentra en el centro geométrico de la antigua “Isla de Santiago”:

La Plaza es un “centro astronómico”: un punto absolutamente único en todo el territorio, donde las líneas de la salida del Sol, durante el Solsticio de Invierno y de Verano se intersectan, teniendo ambas un punto de referencia natural, definido e inamovible: la ladera del cerro San Cristóbal contra el perfil de los cerros el Plomo y Littoria, en el caso de la primera, y el cerro Santa Lucía contra la formación “El Abanico”, en el caso de la segunda.

Este hecho natural, permitía que un observador situado en el centro de la Plaza, pudiese determinar las fechas de ambos solsticios con absoluta precisión, sin requerir de ningún instrumento.

En la práctica, esta área única en toda la Cuenca de Santiago, actúa como un verdadero eje calendárico, permitiendo medir el transcurso de un año solar, entre los dos eventos astronómicos más importantes que lo delimitan.

Como ha quedado demostrado, el centro de Santiago nunca estuvo “descentrado”. Por el contrario, es el “Axis Mundi” –el eje del mundo–, desde donde la ciudad ha nacido una y otra vez a lo largo de los siglos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario